Saturday, September 11, 2004

MEMORIA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Un domingo del pasado mes de agosto fui a visitar la exposición “Memoria de la ciudad de México: cien años 1850-1959” que se exhibe en las rejas del Bosque de Chapultepec.

Son casi cien fotografías en blanco y negro, de gran formato, que captan algunas escenas del mundo del deporte, del espectáculo, de la política y de la vida cotidiana de la ciudad de México durante el periodo de 1850 a 1950.

En la exposición se ven algunas fotografías que ya son conocidas de muchos: aquella en que Francisco Villa ocupa la silla presidencial al lado de Emiliano Zapata; la foto de Don Benito Juárez, vestido de traje, con sombrero de copa alta en la mano y usando unos guantes blancos; y varias del Palacio de Bellas Artes cuando estaba en construcción; entre otras.

Hay algunas otras imágenes que me sorprendieron por no imaginar su existencia: una en que se ve a Francisco Villa, enfundado en un grueso abrigo, cubierta la cara con un pañuelo, llorando sobre el féretro de Francisco I. Madero. Otra, en que el mismo Villa está colocando una placa en una calle de esta ciudad, con el nombre mismo de Madero.

Vi también una que me causó mucha curiosidad: Jorge Negrete, de pie ante un micrófono, dando un discurso ante miembros de la Asociación Nacional de Actores; a un costado de él, sentados ante una mesa, Mario Moreno Cantinflas, con gesto muy serio que, al menos yo nunca había visto y Domingo Soler.

Una foto que me sorprendió de manera grata fue aquella tomada el 15 de septiembre de 1942, el presidente Ávila Camacho, ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial, declara a nuestro país, neutral; en la histórica imagen, aparece la presencia solidaria de varios expresidentes mexicanos, entre ellos, el general Lázaro Cárdenas.

La exposición tiene también, como detalle curioso, cinco fotos estereoscópicas, de esas que conocemos como de tercera dimensión; el vigilante en turno es el encargado de prestar a los visitantes unos lentes adecuados para ver esas fotografías antiguas con un efecto muy interesante.

En el recorrido fotográfico se pueden descubrir algunos indicios de los rasgos que ahora definen a la ciudad: están plasmadas imágenes de las primeras huelgas y paros: una de petroleros y otra de los trabajadores del transporte; como antecedente de las marchas y mítines que hoy son el pan nuestro de muchos días. Empiezan a distinguirse también los antecedentes de lo que ahora son congestionamientos infernales de tráfico; hay incluso la foto en que unas madres de familia protestan con una pancarta en contra de la decisión del gobierno de impartir educación sexual en las escuelas, que viene hacer el antecedente a lo que en estos tiempos se vive como oposición a las reformas educativas.

En fin, que “Memoria de la Ciudad de México”, la exposición, que por cierto durará hasta el 20 de octubre, se convierte en un documento valiosísimo para comprender y seguir amando esta ciudad extraordinaria y surrealista.

ELISEO ALBERTO: VIVAN LOS POETAS

Dios bendiga a los poetas

Eliseo Alberto habla como si estuviera diciendo un poema:

De entre narradores, dramaturgos y ensayistas, los poetas son los primeros.

Lo dice él, que ganó en 1988 el premio Alfaguara con su novela Caracol Beach.

Los dictadores odian a los poetas porque son los seres más lúcidos que existen; ven lo que otros no ven; si miran unos zapatos, saben los caminos que han andado, hasta la vaca de donde provienen esos zapatos.

Los treinta (o veinticinco) que somos escuchamos arrobados. Se trata de la clase “Carpintería de la narración” que nos imparte en la Escuela Dinámica de Escritores. La primera clase con él.

Sin embargo, todos los poetas son pobres: de la poesía no vive nadie. Si los dictadores fueran inteligentes les comprarían 50 mil ejemplares de sus libros.
….Deberíamos rendir homenaje a los poetas, a los buenos y a los malos. Tendríamos todos que decir, al verlos pasar, “ahí va el mejor de nosotros”; y levantarles una estatua, de tamaño natural, y de preferencia, desnudos, para que los valoren.

Uno lo escucha hablar y sabe, porque así es la vehemencia con que lo dice, o porque ha leído en las entrevistas que le han hecho, que cuando habla de los poetas también habla de su padre, el gran Eliseo Diego, el cubano. Uno oye sus palabras y piensa que quizás, cuando habla de dictadores se refiere a algunos de Cuba; aunque haya dicho: “Yo he sido muy crítico con Fidel y con el gobierno de mi país. Yo, además, he recibido numerosas críticas de parte del gobierno cubano, críticas hasta insultantes, pero yo no escribiré nunca nada que le haga daño a Cuba. Antes de eso, mejor me corto la lengua y los brazos... A mí me gusta decir, y estoy dispuesto a demostrarlo, que nadie ama más a Cuba que yo. La pueden amar como yo muchos, millones, no digo que no, pero más no, más no... porque eso es humanamente imposible...”[1]

Si quieren escribir una buena novela, lean a los poetas de su generación. Léanlos. Un poeta no es más que una mirada. Lean a los poetas. Contamínense, úsenlos, ensúciense de los poetas. Los poetas van por delante: Dios los bendiga.


“Cuando llegué a tu edad…”

Era una clase de narrativa, pero durante hora y media nos habló de poemas y de poetas, especialmente cubanos. Citó fragmentos de memoria, contó anécdotas:

Raúl Rivero es un poeta que está preso, el escribió: “La gente que yo quiero no envejece…” / “Cuando llegué a tu edad no estabas, cuando llegues a la mía ya me habré ido…”

Lezama Lima era gordo, enorme, en los últimos años no salía de su casa; cuando cayó enfermo y quisieron llevarlo al hospital, no cupo por la puerta: lo sacaron por la ventana como si fuera un piano…

Virgilio Piñeira era flaco, muy flaco. Un día mi padre y yo no lo encontramos en la playa y decidimos seguirlo para saludarlo, al ir detrás de él nos dimos cuenta que era tan flaco, que no dejaba huellas en la arena…

Amaba mucho a su padre. Lo admiraba. Nos dijo, con la voz encaramada en la emoción, el epitafio de la tumba del poeta. Nos refirió la reacción de Eliseo Diego ante la primera novela del hijo. Seguíamos escuchando y entendiendo, por cada una de sus frases, las razones del libro “Informe contra mí mismo”, en el que narra cómo la Seguridad del Estado cubano le pidió que hiciera un informe contra su propia familia.

La conquista de la imaginación

Nos explicó como la narrativa actual está muy influenciada por el cine. Nos contó que había hecho guiones para películas, algunos junto con Gabriel García Márquez (Contigo en la distancia, Cartas del parque). Nos dijo que Gabo admiraba mucho a un escritor cubano de radionovelas llamado Félix B. Caignet, quien le dio al escritor colombiano algunos consejos importantes:

En cada párrafo tiene que pasar algo, porque a la gente le gustan que le cuenten cuentos”

“El orden que hay que seguir para la redacción de una oración es: sujeto, verbo, objeto directo, objeto indirecto y objeto circunstancial. Primero los circunstanciales más cortos…”

Eliseo Alberto es también narrador oral. Nos contó la historia del concurso que las autoridades de un penal del D.F. organizaron: de poesía, al ganador se le condonarían algunos años de prisión. En el concurso estaba involucrado un secretario de gobierno, gran lector. “Sombras tras las rejas” fue la obra ganadora. Al señor secretario le gustó, decidieron publicar el libro y dar el premio al ganador. Cuando mandaron a transcribir la obra (el poemario estaba escrito a mano, pues en la cárcel se escribe así) el transcriptor (buen lector de poesía) se dio cuenta de que los poemas estaban compuestos por los mismos versos, en distinto orden, del poeta cubano Eliseo Diego.

No crean eso de que la imaginación no tiene límites. La conquista de la imaginación se encuentra con sus propios límites.

Ya para terminar les digo: no se puede contar la historia de alguien a quien no se conoce…

Terminó la clase, antes de irse nos anotó en el pizarrón su dirección de correo electrónico y hasta su teléfono. Eliseo Alberto es sencillo, es grande, es narrador… habla como si estuviera diciendo un poema, un poema de su padre:

COMIENZA UN LUNES

La eternidad por fin comienza un lunes
y el día siguiente apenas tiene nombre
y el otro es el oscuro, al abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.

Eliseo Diego.

[1] Contreras Gabriel. Nadie ama más a cuba que Eliseo Alberto. Entrevista. http://groups.msn.com/LiteraturaCubanaenelExilio/eliseoalberto.msnw

LA CATEDRAL DE LOS ÁNGELES

Yo creía que todas las catedrales habían sido construidas desde hace siglos. Al menos así lo sé de algunas: la de la ciudad de Colima empezó a construirse 1889 y se terminó en 1862; la de Morelia se inició en 1660 y fue terminada en 1744; la construcción de la catedral de la ciudad de México empezó en el año de 1567 (algunos de las fuentes me dicen que en 1562, otras que 1572). El caso es que tiene más de cuatrocientos años.

Por ello me sorprendí muchísimo cuando, en el 2001 vi que en Los Ángeles California se estaba construyendo la catedral de la ciudad y sentí curiosidad por saber cómo quedaría terminada una obra de este tipo en la época de la tecnología.

El pasado mes de julio tuve por fin la oportunidad de conocer una catedral construida en el siglo XXI. Los amigos que me guiaban en el tour por el centro de esa ciudad me dijeron que había que estacionarse en la calle por que el parking de la catedral era muy caro. Esta fue la primera sorpresa: saber que la catedral tenía estacionamiento, pero que además era caro.

La puerta de entrada no desemboca directamente frente al altar, sino a un pasillo que tiene a la derecha una entrada lateral para llegar a la nave principal; a lo largo del pasillo pueden verse además varios espacios, como esos que en México están dedicados a los santos, sólo que en este templo la mayoría de esos altares menores tienen colgadas en sus paredes algunas pinturas que se venden a quien pueda pagarlas.

En uno de estos altares está presente la imagen en bulto de “Nuestra Señora de los Ángeles del Río de la Porciúncula”, (o Our Lady of The Angels) de donde proviene el nombre de esa ciudad y que ha sido reducido a su mínima expresión L.A. (Los Ángeles). Nótese que la principal figura de veneración ni siquiera ocupa un lugar bajo la nave principal del templo.

Un “altar” que me llamó especialmente la atención fue aquel que tiene pegadas en las paredes una enorme cantidad de fotos de niños y jóvenes que, a decir del letrero en inglés, los retratados son personas que sufrieron abuso sexual, y se pide una oración por ellos.

En algunos de estos altares hay dispuestas una serie de veladoras, todas del mismo color, rojo o azul, que el visitante tiene derecho a encender una vez que ha colocado en la alcancía adyacente los dos dólares correspondientes.

Más adelante y tras haber pasado por la pila bautismal, que es una especie de fuente como la de los jardines de nuestros pueblos, se encuentran las escaleras que descienden hasta la zona de mausoleos: son espacios para que los vivos vayan a dejar en reposos eterno a sus muertos; siempre y cuando puedan pagar lo que se estipula: hasta el momento vi muy pocos ocupados, ahí están descansando los restos del actor Gregory Peck.

Al salir de la inmensa catedral, una vez finalizado el recorrido y pasado el susto de que alguno de los elegantes guardias que custodian el templo pasara a cobrarnos algunos diez dólares por la visita, encontramos el Shrine to Our Lady of Guadalupe: especie de “cobertizo” dedicado a la Virgen Morena. “¿Por qué afuera? Esto es discriminación” Les dije a mis amigos-guías. “Lo sabemos, los constructores dijeron que porque esta virgen tiene muchos devotos es mejor tenerla acá”. Nos enfrascamos en largas protestas que nunca escucharán los autores de la afrenta. Luego nos fuimos, sin dar una mirada siquiera a la Gift Shop: si las veladoras cuestan dos dólares, cuánto no costarán los “recuerditos”.

En el camino hacia el auto revisé los horarios de misas que ofrece la esta catedral: si entiendes inglés, hay varias opciones para venir a misa; si sólo entiendes el español, una sola vez en toda la semana podrás participar.
Así es una catedral de la era electrónica: todo se cobra, todo cuesta; todo son cantidades deslumbrantes: la construcción de este monumento moderno duró diez años, costó casi doscientos millones de dólares y en él caben tres mil personas; se tiene proyectado que anualmente lo visiten cerca de seis millones de seres humanos. El día de la inauguración (cita una nota en la página electrónica de Terra) las personas que asistieron pudieron cenar y beber, agasajados con figuras de Lladró, mientras exploraron más de cerca el trabajo de los artistas que han hecho posible este templo, todo ello a un precio que rondó entre los 1,000 y los 25,000 dólares por una mesa de diez. “Para aquellos con menor presupuesto pero con la misma fe y deseo de escuchar el órgano de 6,000 cañones, se ha organizado ese mismo día la gala ‘La Luz’, fiesta para 400 personas que por 125 dólares por cabeza ofrece tapas, sangría y unos mojitos a los devotos”.

Por supuesto que la Cathedral of Our Lady of the Angels tiene su página en internet, por si los que están leyendo esto se interesan en saber algo más de tan deslumbrante templo; o si desean adquirir alguno de los servicios que ahí se ofrecen; la dirección es la siguiente: http://www.olacathedral.org/. Por cierto, milagrosamente, por ver la página no se cobra.


DE CÓMO NADIA ME ENCONTRÓ A MÍ

Este asunto de búsquedas y encuentros empezó con un breve texto que se publicó en este suplemento y en el que yo expresaba mi alegría por haber “conocido” a Nadia Contreras, me refería al encuentro con uno de sus libros, Lo que queda de mí.

En ese texto también comentaba algunas “coincidencias” entre Nadia y yo (nacidos en Quesería, las cifras en el año de nacimiento); hacía una rapidísmo recuento de su trayectoria profesional y me prometía dedicarle un espacio más grande para la revisión del poemario encontrado.

Envíe mi textito a mi amigo Raúl Orozco, quien desde Los Ángeles de California se convierte en paciente lector de mis cosas; al mismo tiempo lo envíe a este suplemento. El escrito en cuestión se llamó “Buscando a Nadia Contreras”.

Bueno, pues la búsqueda terminó en un encuentro al revés: Recibí un mensaje electrónico de Marco Gaspar, amigo de Colima, en el que me agradecía haber dedicado unas palabras a la obra de Nadia y me proporcionaba además el correo de mi paisana. Luego, cuando visité a mi amigo Raúl, me recibió en el aeropuerto con tres libros de la Contreras: “Mar de cañaverales”, “Retratos de Mujeres” y “Voces al ras de la palabra”. Lo maravilloso radica en el hecho de que mi amigo halla podido conseguir los libros de Nadia en aquél país: más tarde me explicó la coincidencia: conoce a una Tía de la poeta, le mostró mi texto en que buscaba y ella le dio los libros para mí. Posteriormente recibí un correo de la escritora en que da respuesta al mensaje de Gaspar y se presenta conmigo, aquí van las palabras de los dos (copiadas de mi buzón): Tuve oportunidad de ver tu texto publicado en elsuplemento del Ecos de la Costa, Nadia es una personaa la cual aprecio mucho te envío su direcciónelectrónica, ya que ella se encuentra autoexiliada en Torreón y le daría mucho gusto conocer tu texto.
Un fuerte abrazo.
¿Autoexiliada en Torreón? Más bien es porque me secuestraron, pero me gustó el secuestrador y claro, no levanté ningún tipo de denuncia. Saludos a los dos.

P.D. Gracias Enrique por el texto. Ya me informaron sobre él y me siento en verdad complacida por tus atenciones. Recibe un gran saludo de mi parte y también mi reconocimiento a tu trabajo. Espero sigamos en contacto.
Nadia Contreras
Universidad Autónoma de La Laguna
México, D.F. Casi agosto de 2004.

LO QUE QUEDA DE NADIA

Lo primero que sorprende del libro[1] de Nadia Contreras es el título: es muy joven, cronológica y literariamente, para que nos dé esta carta de presentación. Lo que queda de mí suena a inventario final, a testamento, a un retrato de vestigios. Cierto es que el libro es un recuento de tristezas y nostalgias al final de tres relaciones: la de su madre de carne, la de su amor a él y la de su amor a Olga Lucía. Entonces aceptemos el título como un recuento de daños después de los desastres del amor. Un recuento que se hace para calcular las fuerzas que nos quedan y empezar de nuevo.

Este recuento de recuerdos de Nadia comienza evocando a sus dos madres, la de carne y la que “supo cuidarme hasta el cansancio”. Su poemario se abre, o despierta, con las voces que le llegan del pasado, esas voces que en los pueblos, o en los corrillos de chismes llegan antecedidos de la palabra “que”, “dicen que”, “dizque”. Quizás por ello algunos versos de estos poemas empiezan de esa manera, para indicar que las voces vienen de otros:

Me dicen
Que hubo alguien que me sacó de ahí
Que me puso en otros brazos.
(Poema 1)

En torno a ti, madre, hay una versión.
Que mujer de la calle fuiste…
(Poema 5)

Que ese hombre que es mi padre
Fue el único hombre que deseaste para mí
Y acarició con ternura tus 17 años
(Poema 6)


Los poema dedicados a esa mujer que le “falta como el sol” son la parte “más amarga” “la más oscura” “la más triste”, del libro: todos los poemas de esta parte tienen un verso con estas sensaciones:

(1)
Tú no te diste cuenta,
Pero luego
Las noches fueron
Más oscuras.


(2)
Y aquella era la ciudad de todas
La más amarga.

(3)
Y otra fui, mezquina,
En el barrio más alto de la amargura

(4)
Por la amargura que después te invadió
Hasta los huesos.

(5)
A ella, la más bendita entre todas.
La mujer que viene
A sentarse junto a mí
En la hora más amarga.

(7)
Más faltas tú
Como el sol
Y son tristes los días


La segunda parte del poemario, es “un intermedio para hablar del amor”, que en realidad es un cambio de tema en la misma charla con la madre. Sólo el primer poema es un saldo positivo en este recuento: “un camino de luz” “un caudal” en el que la que canta sí se dejó llevar. El segundo poema ya tiene la nostalgia de lo que no puede ser pleno: la distancia y la separación repetida en los versos:

El hombre del que nunca me hablaste
Es quien viene a mí sólo de vez
En cuando
Porque alguien llamó lejanía
A la distancia
Que hay entre dos puntos
............
Es a quien no puedo decirle que se quede
Porque no comprendería el afán
De estar a solas con él
………
Porque de su ciudad a mi ciudad
Los kilómetros se extienden como la palma de mi mano.
………..
Que ese, que es mi frente y mis manos,
Tengo, desde la lejanía que contemplar.

Nadia incluye dos poemas más sobre el hombre de “blanca piel”, de este que “me levanta /a la cima de la luz”, siempre contándole este amor fugaz a la madre. Nada más.

A pesar de que la tercera parte del poemario es también el canto a un amor que ya no es, se siente más vivo. Los poemas ya no tienen tantas “amarguras”, tristezas ni oscuridades, antes bien son versos de luz, “alegres como abril”.

Los poemas de esta parte del libro están hechos con Olga Lucía, con este par de palabras que hacen lucir los poemas: todos los versos están en hechos en torno a la musicalidad de estas dos palabras, casi todos los poemas lo contienen; en el título, al principio, en medio o al final de los versos, en algunas dedicatorias: 32 poemas y 30 veces ese nombre en el recuento final.

Olga Lucía “es la mujer”, es como “un edificio”, “sabe lo que es despertar con luna”, “su mirada es una puerta entreabierta al final del pasillo”, es “el árbol de la manzana” y “asombro de mariposas”. Sin duda que las mejores imágenes de este libro han nacido de lo que fue o es Olga Lucía; o de lo que es o fue Nadia a su lado; o de lo que son o fueron juntas.

El final del amor cantado en estos poemas es resignado, es un final al que le urge el olvido por el dolor que causa:

Cómo me gustaría borrar tu nombre
De mi cuerpo
Y en cada una de sus partes.
En su lugar escribir “Cae la lluvia,
Crece el árbol, pantalón azul”.
….
El poemario cierra con una frase misteriosa (que presentaré subrayada) ¿quién es el que viene?; con otra invocación a la lluvia para que borre todo y con el nombre más amado:

…Aquí la tarde comienza. Dentro de poco lloverá, lo sé por el color de las nubes. El ya viene en camino. Mientras tanto escribo para ti estas palabras, Olga Lucía…



Nadia Contreras tiene ya decididas las palabras para nombrar las cosas, al menos en este libro, la alegría y la felicidad se llaman abril, luz, mañanas o tardes luminosas; así como la tristeza y la nostalgia son la ausencia de sol, las sombras o las amarguras. La manera en que Nadia hace los superlativos es con la palabra “todas”; así para expresar una inmensa tristeza escribirá: “la ciudad de todas la más amarga y para una intensa alegría anotará: “Que es los abriles todos”.

Lo que no me explico es como, en poemas tan cuidados, la autora ha hecho un uso tan indiscriminado del hipérbaton que, en algunas ocasiones resulta desafortunado hasta hacer perder el ritmo de algunos de sus poemas:

Porque el ya no está
Desde que ha enterrar lo llevamos
Y esa fue la tarde más triste.

La que bajo ninguna circunstancia me deja
Porque su hija única soy.
-------

La mujer que a diferencia de ti
Hijos no tuvo
Pero su sangre, su raíz me dio

A excepción de este tropiezos que uno encuentra en los versos de Nadia, los poemas están bien logrados, se nota un gran trabajo detrás de ellos y, con las vivencias (autobiográficas o no) que se evocan en los textos logra despertar emociones que logran el deseo de hacer nuestro propio recuento y mirar lo que queda de uno.
[1] Nadia Contreras. Lo que queda de mí. CONACULTA, Fondo Editorial Tierra Adentro. Mèxico, 2003.

BUSCANDO A NADIA CONTRERAS

En la publicidad de alguna revista me enteré de que el Fondo Editorial Tierra Adentro había publicado Lo que queda de mí, de la colimense Nadia Contreras. Acá, en este exilio voluntario que vivo en el D.F. me dio gusto saber de Colima y de sus letras, entonces, en la Feria Metropolitana del Libro que hacen cada año en esta ciudad pregunté por el libro. Me dijeron que como los espacios eran tan pequeños no habían traído ese ni otros textos. Me resigné entonces a reposar mis ansias.

Unas semanas después, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en el puesto del Conaculta sí encontré el poemario de Nadia, junto a él me esperaban también Los seno, los sones y otros huapanguitos de Rogelio Guedea.

A Nadia ya la conocía desde antes. Los primeros poemas que leí en algún suplemento de nuestra ciudad de Colima me dejaron desde el primer instante un buen sabor de versos. ¿Dije que ya la conocía? Mentira, porque la conocía en parte, nunca había visto su cara ni sabía de dónde era, ni qué hacía.

Fue lo que dejó de ella en su libro lo que me hizo acabar de conocerla, vi su cara y también me di cuenta de que Nadia y yo nacimos en el mismo pueblo –Quesería- y por poco (y sólo por cuestión en el orden de las cifras) casi en el mismo año: ella en 1976, yo en 1967.

Nadia no me conoce, pero yo, por su libro, ya me enteré que estudió en la Facultad de Letras y Comunicación y que hizo una “mestría” (así dice en la solapa) en ciencias sociales, que estuvo becada por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y que ha publicado sus poemas en muchos suplementos y revistas locales y nacionales.

Nadia no sabe de mí, pero yo quiero decirle, cuando la vea, que me parece una de las poetas (o de los poetas) más prometedoras del estado de Colima, que sus textos son consistentes y maduros y que en la próxima entrega en este espacio, me encargaré de platicarles a ustedes de lo que encuentro en los poemas dolorosos y dulces de esa mujer quesereña de 28 años.

Posdata

No es la primera vez que encuentro a Rogelio Guedea acá en el DF: el otro día, en la librería del aeropuerto hallé la Mala Vida, una revista literaria que me gustó mucho y dentro de ella venía la Biografía, un poema de este amigo al que no veo desde la Normal Superior. Casualmente en este número 25 de la revista viene también un texto de esta mujer de la que estoy hablando ya hace rato. En otra ocasión también, me gustaría hablar de los poemas de Rogelio, con esta manía de maestro de español que quiere analizarlo todo para entenderlo mejor.

ESTAMPAS DEFEÑAS EN TIEMPOS DE FUTBOL

Para Santiago Lepe, mi padre.
Intro

Para los que somos de provincia y no sabemos mucho de futbol nos resulta impresionante la manera en que, a veces, esta ciudad se vuelve una fiesta, un estadio completo.

E1
Cercaron el ángel desde ayer. Quiero decir: desde ayer sábado la policía cercó el monumento del Ángel de la Independencia para que no sufriera daños. Es que mañana hay partido de futbol: la final entre Las Chivas y Los Pumas.

E2
Esta mañana, los vagones del metro que va hacia Ciudad Universitaria iban con mucha gente. Es inusual que a las 8 de la mañana de un domingo viaje tanta gente hacia ese rumbo. En cada vagón iban al menos siete personas vestidas con el uniforme de su equipo favorito. Casi todos con los colores de Los Pumas.

E3
Antier, mientras tratábamos un asunto oficial en la oficina, una de las directoras me soltó de golpe una pregunta, como si fuera una emergencia, “Oye, Enrique, y tu ¿a quién le vas?”. Le explique que no me gusta el futbol y le vi un gesto de reproche, para enmendar mi falta de tacto entre tartamudeos le dije que a Las Chivas. “Pues estás entre puros enemigos: aquí todos le vamos al equipo de nuestra universidad”. Ahora a ella le tocó corregir el tropiezo: “Ah, pero si tu eres de Colima… y estás cerca de Jalisco ¿no?... con razón”.

E4
Toda la mañana vi pasar muchos autos hacia el sur, hacia el estadio, llevaban banderas con los colores de los equipos contrincantes, por supuesto, se veían más del equipo local. Las personas iban con uniforme como si fueran futbolistas: algunos portaban los colores y los símbolos no solo en las camisetas, sino en lo shorts, gorras, pantalones, pañuelos, tatuajes, maquillaje… y algunos hasta en los hijos e hijas que no logran entender todavía.



E5
Mediodía. Domingo. Todo parece tranquilo en el edificio de departamentos donde vivo, incluso en los alrededores. De pronto un grito: gol, gol, gol, gol; la palabra suena fuerte como si hubiese sido dicha por las paredes; el grito se va rebotando por entre las azoteas, repitiéndose, enredándose con risas y otros gritos incomprensibles. Yo no veo televisión, no tengo, no me gusta; para saber del futbol, este día, no es necesaria: cada gol es festejado, se escucha en los alrededores como si fueran cohetes de una fiesta patronal en mi pueblo.

E6
Ha terminado el partido. No lo vi, pero sé quien ganó. La gente regresa, ondean las banderas que tienen la figurita del puma estilizado. Incluso en algunas casas hay banderas. En el edificio de enfrente se escucha la canción de “Guadalajara” y un grito como trueno dice: “arriba las chivas, abajo los pumas, chinguen a su madre todos los chilangos”. La canción y los gritos se repiten durante más de media hora. Yo decido salir de casa.

E7
Cerraron las calles alrededor del Ángel de la Independencia, de todos lados se ve llegar gente con banderas, uniformes y gritos. Los autos dan vueltas en las calles aledañas que no están cerradas, con su el claxon insistente, festejando. Alrededor del monumento cercas de alambre, luego el personal de seguridad pública, después los aficionados, dando vueltas, cargando enormes banderas, juntos hacen un solo rugido: gritan el nombre del equipo, la famosa “porra” de la universidad, dicen contento, dicen felicidad. Una señora pasa, temeraria, desafiante, en medio de los colores pumas, con una bandera de Las Chivas, le silban de mil maneras con mil significados; otros le gritan, la ofenden, ella sigue, luego se pierde en la multitud. Yo me voy al cine.

E8
Salgo del cine cuando empieza a oscurecer, el Paseo de la Reforma, desde La Diana hasta El Ángel y más allá, es un río de gente vestida de futbolista, con banderas, con gritos. Dos helicópteros sobrevuelan la zona. Los festejantes llegan ondeando su entusiasmo, otros se despiden, cansados y satisfechos. Mi papá debe estar enojado: él le va a Las Chivas. Yo no sé de futbol, no entiendo, recuerdo que cuando era un niño le iba a Los Pumas, eso es todo.

México, Distrito Federal, a mitad de Junio.

LA FERIA DE LAS LETRAS DE COYOACÁN Y ALÍ CHUMACERO

“Un hombre que sólo ha intentado rescatar,
en imágenes poéticas, la intensidad de la vida”
Alí Chumacero

Los domingos, en el jardín principal de Coyoacán, hay siempre mucha gente (25 mil personas cada fin de semana, que dejan 60 toneladas de basura, según Martínez Assad[1]). Este domingo 9 del mes de marzo hubo muchos poetas: Dionisio Morales, Marco Antonio Campos, Alí Chumacero, Hugo Gutiérrez Vega, Salvador Díaz Mirón, Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia. Estos últimos tres, sólo se presentaron con su voz poética, por supuesto. Algunos los leyeron en voz alta.

En el marco de la II Feria de las Letras de Coyoacán, que esta vez estuvo dedicada al Gran Gabriel García Márquez, se organizó un homenaje a Alí Chumacero, autor de Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956).

A la derecha del homenajeado, Dionicio Morales; a la izquierda, Marco Antonio Campos; enfrente nosotros, un grupo de aproximadamente 70 oyentes. Así rodeado, el poeta, de 85 años, parecía tener más infantil su cara de niño, más canas en su eterno cabello blanco.

Dionicio fue el que dijo la edad de Chumacero, y luego leyó un acróstico, no sin aclarar que era un formato ya en desuso. Se refirió al silencio del poeta, que no ha vuelto a publicar desde hace ya casi 47 años. Dijo, cariñosamente, que el poeta vive como algunos artistas: “de glorias pasadas”, pero que las glorias de este escritor son eternas. También dijo sospechar que Alí ya no tenía musas porque con algún truco de magia las había convertido en mujeres de carne y hueso y que quizás las tenía escondidas en el ropero.

Morales leyó unos fragmentos de un texto en el que Ermilo Abreu Gómez describió alguna vez al poeta Alí Chumacero, ahí le pinta su cara de niño y lo dibuja como un hombre al que le gusta discutir y con una tremenda facilidad para ganar las discusiones; con la advertencia de que aquellos que se atrevían a ganarle eran descuartizados por el poeta de Imágenes desterradas.

Marco Antonio Campos también se refirió al tiempo en relación con el homenajeado, y dijo conocerlo desde hace 31 años, a través de los hijos del poeta. Recordó que el autor formó parte del grupo conocido como Los Contemporáneos. Elogió la biblioteca de Chumacero, diciendo que es una de las más grandes de México, a la que acuden todos aquellos que quieren consultar sobre Los Contemporáneos. Mencionó las posibles influencias de Cernuda, Lorca y Alexandre en la obra poética de Alí, pero afirmó tajantemente que sin duda la más determinante había sido la de Rilke.

Al mencionar a este poeta alemán, expresó que Chumacero recomendaba a los jóvenes la lectura de este escritor. Campos dijo: “si es que los jóvenes leen poesía hoy”. Cuando escuché está frase de Marco Antonio pensé en las siete veces que las tres sillas que estaban a mi izquierda se habían ido ocupando y luego vaciando por personas que llegaban, escuchaban un rato, se daban cuenta del tema (poetas y poemas) y se iban luego: un adolescente solitario, un papá con su hija de seis, una pareja de adultos, un joven con su perro, dos muchachos y una muchacha, otro joven solitario, una señora como de setenta que sí quedó hasta el final.

Campos, antes de leer algunos fragmentos de Responso del Peregrino, dijo que, le parecía que la voz de algunos poetas se identificaba con alguna parte del día: para él, los poemas de Alfonso Reyes le remiten a las tardes, las de Villaurrutia a la noche y los de Alí, al crepúsculo, cuando ya va cayendo la noche.

Yo, pecador, a orillas de tus ojos miro nacer la tempestad.
Sumiso dardo, voz en la espesura, incrédulo desciendo al manantial de gracia; en tu solar olvida el corazón su falso testimonio, la serpiente de luz y aciago fallecer, relámpago vencido en la límpida zona de laúdes que a mi maldad despliega tu ternura
Elegida entre todas las mujeres, al ángelus te anuncias pastora de esplendores y la alondra de Heráclito se agosta cuando a tu piel acerca su denuedo.

Así hablaron los poetas del poeta. Dionicio fue afectuoso, su tono fue personal, de amigos, se mostró sentimental, conocedor del hombre. Marco Antonio dejó ver su erudición, fue más técnico, conocedor del escritor. Los dos recibieron un abrazo fraterno de un Alí que, mientras escuchaba, mantuvo su seriedad, lejos de las risas y sonrisas que, los que hablaron, hicieron salir de los otros oyentes.

Luego habló Don Alí Chumacero, el de Acaponeta, el de Guadalajara, el de México. Lo recibió un aplauso más fuerte que los anteriores. “A los conocedores del valor de la palabra, sólo agrego mi gratitud”, dijo, refiriéndose a los que le antecedieron en el uso de la palabra. Agradeció los elogios y expresó que, el reconocimiento de los que hablaron y el de los que estuvimos callados, le hizo pensar que “una vida consagrada a la literatura no había sido en vano”. Enseguida empezó a leer sus poemas.

Era casi la una de la tarde: algunas personas empezaban a salir de la misa de 12, desde la puerta del templo del Carmen, situado a unos veinte metros del lugar donde se realizaba el homenaje. Atrás de los poetas, Gabriel García Márquez, en foto, sentado, escuchaba la lectura de poemas. A nuestra izquierda los puestos de libros, a la derecha el jardín, la gente pasando y un letrero “Coyoacán dice no a la guerra”. Dos mujeres guapas, con un cuerpo hecho adrede para atraer miradas, vestidas de azul, empezaron a repartir unas pastillas de menta, de promoción, entre los asistentes. Muchos dejaron de escuchar al poeta para aprovechar el obsequio promocional y para echar una mirada a las curvas publicitarias de las muchachas. Coyoacán es así, con tanta gente y tantas cosas por vender y promocionar.

La voz del poeta volvió a llamar nuestra atención. Cómo no. Su voz es profunda, le salía directamente del pecho, seguramente desde abajo del corazón:

Antes que el viento fuera mar volcado, que la noche se unciera su vestido de luto y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña miraran levantarse las almas de sus cúspides; primero que algo fuera flotando bajo el aire; tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza ni vagaban los ángeles en su firme blancura; cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios; antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tú y yo.
Este poema devolvió el entusiasmo a los oyentes quienes lo agradecieron con un aplauso emocionado. Leyó dos poemas más: seis en total. Luego lo despedimos con un aplauso final. Bajó del estrado y en el caminó se encontró con Hugo Gutiérrez Vega, quien subía con la intención de presentar su más reciente libro: “Peregrinaciones”. Los dos escritores se saludaron, se abrazaron. Fotos.

Yo me fui a saludar a Dionicio Morales, a recordarle el Colima de hace diez años. Me dijo que volvería a esta ciudad, para dar un curso a los que están tomando el Diplomado que la SOGEM , la Secetaría de Educación y la Casa de la Cultura están realizando en esta ciudad. Le pedí el acróstico que le hizo a Chumacero y me dijo que lo mandaría por correo electrónico y cumplió, aquí lo tienen:

A UN POETA


A sí es tu vida. Mar, alcohol, amor y ruinas.
L acayo y breve sueño en un páramo gris.
Í ntima eternidad en el destierro.


C arbunclos pardos en tu cuerpo, las mujeres,
H uéspedes reales, te devoran vivo.
U na luz entreabierta cicatriza tu herida.
M ueres en cada placer y resucitas,
A morosa raíz, en imágenes selladas.
C unden en el reposo la sal de las palabras.
E l silencio es abstracto. Sopesa viudos monólogos.
R ecuerdas los ojos verdes en un salón de baile.
O arde el mundo en el peregrino responso de tu alma.

DIONICIO MORALES[2]


[1] Assad Martínez, Carlos. Un domingo en Coyoacán. UNAM/Delegación Coyoacán, 2003. Referencia tomada del Periódico La Jornada, del 10 de marzo de 2003, p. 4a.
[2] Dionicio Morales es originario de Tabasco y ha colaborado en diversas revistas y talleres literarios; algunos de sus poemas y artículos han sido traducidos al inglés, francés, portugués y coreano y actualmente colabora en La cultura en México, de la Revista Siempre!, así como en el suplemento Extravagancia del Periódico Milenio. También es maestro de la Sociedad General de Escritores

JUAN JOSE ARREOLA: EL ARBOL DE PALABRAS

Fue en la sala principal del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, el sábado 28 de septiembre de 2002. Todos los lugares ocupados. Los invitados especiales estuvieron en las butacas de en medio, ni muy adelante ni muy atrás: alcancé a ver allí a Felipe Garrido y a Mónica Lavín, seguramente había algunos otros escritores, de los presentes sólo a ellos conozco de vista. También estaban, lo dijeron después, dos hermanos del homenajeado (Ana y Librado).

Pasaron al escenario, en fila india y en este orden: la Secretaria de Cultura del Gobierno de Jalisco que se llama Sofía González Luna, luego Claudia Berenice Arreola, enseguida Orso Arreola, después Sara Guadalupe Bermúdez, presidenta del CONACULTA y al final Saúl Juárez, director del INBA.

Las palabras del hijo

Primero habló Orso, de la emoción que le daba estar presente en el homenaje, de que en la intimidad el gran Juan José sufría por los demás y que por eso escribió “donde quiera que haya un duelo siempre estaré de parte del que cae”. De que siempre defendió la gran literatura. Luego trajo las voces de otros escritores latinoamericanos que definieron a su padre: dijo que Julio Cortázar lo llamó “Árbol de palabras”; que Borges lo cifró en la palabra Libertad y que Octavio Paz comentó: “La materia prima de Arreola es la vida misma pero inmovilizada o petrificada por la memoria”.

El hijo de Juan José se refirió a la Feria y dijo que “un compromiso social nace de esta novela”. Mencionó también a los autores favoritos de su padre. A nombre de Arreola Zúñiga, hizo una invitación a los presentes para que leyeran o releyeran los clásicos, esos que el maestro veneró. Luego, sin previo aviso, el hijo del escritor jalisciense, dijo que alzaba la voz a la mitad del foro y siguió parafraseando a Ramón López Velarde para terminar con una invitación para que “votemos a favor de la literatura y de las artes auténticas, verdaderas”, enseguida introdujo los nombres de los amigos del homenajeado.

Con la frase de “bienaventurados sean los poetas y escritores que nos han dado patria y palabra”, anunció que hablarían, después de él y de otros, Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco y Hugo Gutiérrez Vega. Finalmente agradeció a la Bermúdez y a todos los demás que hicieron posible el homenaje a Juan José Arreola Zúñiga, antes de que de cumplirse un año de su muerte.

El mensaje de las “autoridades”.

Usó el otro micrófono Saúl Juárez, el director de INBA, recordó que en diciembre del 2001 Arreola dejó de caminar por “estas calles, escenarios, foros y jardines”. Se refirió al aspecto físico del hombre homenajeado: de pelo ensortijado, elegante, el de la capa larga y oscura, que gustaba de tomar vino y jugar ajedrez. Dijo que no había una frontera clara entre la obra y la vida, tocadas ambas por la sensibilidad poética; se refirió al charlista inagotable y al que leía con vehemencia en voz alta.

Recordó las incursiones de Juan José Arreola en la televisión y las consideró afortunadas. Explicó que el homenaje trataba de reunir las diversas pasiones del maestro: la literatura, el teatro, el ajedrez, la televisión y la radio. Agradeció a “los escritores de distintas voces que participan en el homenaje”, también anunció a Lizalde, Pacheco y Gutiérrez. Terminó citando a Julio Cortázar, con palabras dirigidas a Arreola: “Usted es una hormiga león, si son las hormigas león son las que hacen un embudo en la arena para que sus víctimas resbalen al fondo: cuatro palabras y zas, adentro; pero vale la pena ser comido por usted”.

Luego la presidenta del CONACULTA, Sara Bermúdez, leyó las tarjetas de su discurso: nos recordó los 50 años del libro “Confabulario” como la primera aparición con que Arreola irrumpió en la escena cultural de nuestro país: como editor, animador de espacios culturales, formador de escritores, delicioso conversador, jugador de ping pong y de ajedrez, practicante de una veintena de oficios y como seductor.

Comentó la razón del nombre del homenaje, “Hacedor de lectores”, y citó al maestro con su frase “la lectura ha completado la experiencia de mi vida” y se refirió a la manera en que Arreola se esforzó incansablemente por contagiar el gusto por la lectura. Bermúdez anunció que el homenaje a Juan José tendría alcance nacional y que en diversas partes del país se desarrollaría actividades como: presentaciones de libros, programas de televisión, mesas redondas, torneos de ajedrez, conferencias, cátedras, lecturas y puestas en escenas. Felicitó también a los participantes en el homenaje, mandó un abrazo a la familia del homenajeado y terminó sus frases “amorosamente”: “amemos a la literatura y amemos a Juan José Arreola”.


Las voces de los escritores.

Hugo Gutiérrez Vega fue el primero que inició de los tres: dijo que hablaría de una pequeña ciudad de Jalisco, precisamente en este “monstruo centralista”, y definió el lugar en que todos estábamos como “uno de los lugares emblemáticos del centralismo cultural mexicano”. Luego dio lectura a dos cuartillas de un texto que traía preparado, haciendo una ingeniosísima y deliciosa glosa de la novela más conocida de Juan José Arreola, recordando algunos de los pasajes más significativos de la obra, nombrando a todos los personajes que en ella aparecen y pronunciando sin ambages “las palabrotas” (como él las llamó después) contenidas en el texto. También dijo que, a reserva de lo que opinaran sus compañeros de mesa (Pacheco y Lizalde), el estado de Jalisco ha dado cuatro grandes novelas: Los de Abajo de Mariano Azuela, Al Filo del Agua de Agustín Yañez, Pedro Páramo de Rulfo y La Feria de Arreola. Concluyó su lectura diciendo: “Gracias Juan José por hacernos merecedores de tus palabras”.

Los demás escritores no leyeron. Después de la intervención de Gutiérrez Vega se inició una charla entre los tres: sus palabras trajeron anécdotas, comentarios y pasajes de la vida del escritor de Ciudad Guzmán. José Emilio Pacheco hizo “dos observaciones” a la intervención de Hugo. Una fue agregar, a la lista de las cuatro novelas de Jalisco, la novela de Victoriano Salado Álvarez, autor de los Episodios Nacionales. La otra observación se refirió a la semejanza entre “el discurso de la Feria” y el discurso del cuento El Día del Temblor de Juan Rulfo. Eduardo Lizalde intervino para destacar las semejanzas y las diferencias entre las obras de estos dos autores. Luego narró como el maestro planeaba un lenguaje para cada texto, que si pretendía escribir un cuento de balística se ponía a trabajar textos históricos sobre la “balística romana”, o estudiaba lenguaje de tauromaquia o taurófilos para hacer un cuento sobre cornudos.

Hugo volvió a hablar para darle la razón a José Emilio respecto de Salado Álvarez, reconociéndolo como un gran novelista de Jalisco, antes de referir una anécdota sobre el escritor dijo: “Yo creo que en estos lugares hay que decir palabrotas para limpiarlo de la retórica de los políticos”. El aplauso espontáneo de los asistentes no lo dejó continuar, pero cuando lo hizo cumplió: citando un recado en verso atribuidos al novelista de Teocaltiche: “Papá: por pendejo y por metiche/ estoy preso en Teocaltiche”. Para continuar con la charla, Gutiérrez Vega pidió a José Emilio que relatara de qué manera se convirtió en amanuense de Arreola.

El autor del Principio del Placer refirió a otras anécdotas de su relación con Juan José y de paso mencionó brevemente la manera en que el maestro le dictó en una semana la mayor parte de los textos de Confabulario.

La charla de los escritores sedujo al público, nos sedujo: las anécdotas que narraban nos trajeron de nuevo a Juan José, a través de sus voces escuchamos otra vez al maestro: algunos de su frases más ingeniosas, sus versos favoritos; hubo quien lo recordó como actor, quien lo trajo como ajedrecista; se le mencionó como el promotor de escritores, como el “descubridor de oro”: el que hallaba joyas del lenguaje en los jóvenes escritores o en los autores consagrados y que no habían sido vistas por los demás.

Luego nos propusieron un diálogo, entre ellos, los que ya habían hablado deliciosamente del maestro Arreola, y nosotros, los que estuvimos escuchando durante casi dos horas. Sólo dos de nosotros pudieron usar el micrófono destinado al público: uno pidió que hablaran más de la faceta ajedrecista del Ausente; el otro preguntó que cómo podría seguirse la tradición de Juan José sobre el fomento de la lectura. Se escucharon las opiniones de los escritores, amigos de Juan José; pero luego, un recado, pasado de manera discreta a uno de los de la mesa en el escenario, cortó de tajo la conversación entre escritores y público. Nada pudimos a hacer: afuera comenzaba otro espectáculo: la lectura en voz alta, por parte de tres actores, en pleno mediodía, de textos del autor Juan José Arreola, el Árbol de Palabras.
Enrique Lepe García

Thursday, September 09, 2004

TRES ESCENAS CON NIÑAS, A PROPÓSITO DEL 30 DE ABRIL

Primera escena

Pilar y yo calculamos que tendría año y medio de vivir. Fue en un restaurante, área de fumadores, un viernes de abril. Iba acompañada por la abuela, el abuelo, mamá y papá.

Mientras esperan el rito cotidiano que les ha de traer la comida, Mamá enciende un cigarro. Luego lo hace Papá. Mientras, la indignación de Pilar y mía va creciendo. Nada podemos decirles. No debemos.

La abuela también enciende su cigarro, la niña enmedio, Sólo el abuelo juega con ella, sin fumar.

Se asoma su carita al mundo a través de una cortina de humo. Sonríe.


Segunda escena

Eran tres: seis, cinco y cuatro años, quizás. A la orilla del Lago, en el Bosque de Aragón. Sábado del mismo mes de abril

Casi al mismo tiempo terminaron de saborear su golosina: una bolsa de plástico con pulpa de tamarindo. Juegan a conversar, conversan.

La de cinco años ganó la apuesta de terminar primero: se relame los restos del dulce. Arroja la bolsa vacía al agua.

La mayor la imita.

A la más pequeña no le queda más remedio que seguir el doble ejemplo.

Un grupo de patos pasa cerca de las tres bolsas embarradas de dulce, que flotan sobre el agua y yo me pongo triste.


Tercera escena

Un parque de la Colonia Roma. Domingo de la misma semana del mes de abril. La familia “perfecta”: Diego, el hijo mayor, siete años; la pequeña, cuyo nombre no fue pronunciado durante la escena, ¿cuatro años?; Papá, pants azules, cuarenta años; Mamá sin edad, complaciente y feliz.

La pequeña mujer juega. El viento bromea con ella y le quita de pronto la pelota. Sus manitas no alcanzan, sus pies no pueden. Se va redonda y verde, veloz, hacia a la calle. Su risa se vuelve preocupación. ¡Papá!, grita para invocar la figura protectora, la fuerte, salvadora.

Llega el señor pants azules. ¿No puedes? ¿Eres tarada o qué? La niña ríe frente al señor que suelta como piedras las palabras. Te quedas como idiota. Tómala mensa.

La niña no entiende. Recoge la pelota de las manos salvadoras y vuelve a jugar con el viento.


Acto final sin respuestas


Treinta de abril día del niño

¿Quién cuida a nuestras niñas?

¿Quién educa a nuestros niños?

¿Cómo se ama a nuestras niñas?

ENRIQUE LEPE GARCÍA