Saturday, October 01, 2005

El decir y el vértigo: los poetas jóvenes de Hispanoamerica

Presentan antología de la poesía joven hispanoamericana

El decir y el vértigo: poetas nacidos entre 1965 y 1979


Enrique Lepe García
(enrilepe@yahoo.com.mx)


El pasado 11 de mayo de 2005, en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México fue presentada la antología “El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente (1965-1979)”.

El libro de poemas fue presentado por dos de sus seleccionadores, Rocío Cerón y León Plascencia Ñol (Julián Herbert, el tercer seleccionador, no estuvo); en la presentación también participaron Hernán Bravo Varela y Eduardo Milán, autores de los posfacios de la antología; se contó con la presencia, además, de Ernesto Lumbreras y Luis Felipe Fabre, dos de los poetas mexicanos incluidos en la selección.

León Plascencia Ñol contó que desde hace dos años se les ocurrió la idea de hacer una selección crítica de poemas de autores nacidos entre 1960 y 1970; refirió que para iniciar la búsqueda y selección de los trabajos a incluir decidieron dividir su universo en zonas, en las cuales se incluía a España; con el apoyo de amigos, con búsquedas en internet y contactando a poetas de Hispanoamérica lograron reunir el trabajo de 500 autores, entre los cuales finalmente no se incluyó ninguno del país ibérico.

Uno de los más importantes criterios de selección, fue el de considerar la calidad de los poemas, sin tomar en cuenta el renombre del autor ni su currículum; ocuparon los días de varios meses en leer en voz alta los textos preseleccionados, de manera que, finalmente, se quedaron con los trabajos de 58 poetas de Latinoamérica.

Para el caso de México, siendo mexicanos los antologadores, el método de selección fue diferente: incluirían sólo a aquellos autores en que coincidieran por unanimidad los tres; así, escogieron los trabajos de los siguientes poetas: Jorge Fernández Granados, José Eugenio Sánchez, Ernesto Lumbreras, Ángel Ortuño, Julio Trujillo, Luis Vicente de Aguinaga, Luigi Amara, Luis Felipe Fabre, Inti García Santamaría y Luis Eduardo García.

Plascencia Ñol comentó que le sorprendió descubrir que, a pesar de la diversidad de registros que hay entre los escritores seleccionados, existen rasgos comunes en lo que escriben. Mencionó que uno de los autores que más gratamente le causaron sorpresa fue el chileno Jaime Huenún, quien en sus poemas mezcla el español con la lengua mapuche.

A continuación, transcribo los poemas que fueron leídos en la presentación: Ernesto Lumbreras leyó un poema de Jaime Huenún, otro de la cubana Damaris Calderón y uno de su autoría; mientras que Felipe Fabre leyó tres poemas suyos.

Ceremonia del amor

Jaime Huenún
(Chile, 1967)

Los árboles anoche amáronse indios: mañío e ulmo, pellín
e hualle, tineo e lingue nudo a nudo amáronse
amantísimos, peumos
bronceáronse cortezas, coigües mucho
besáronse raíces e barbas e renuevos, hasta el amor despertar
de las aves ya arrulladas
por las plumas de sus propios
mesmos amores trinantes.

Mesmamente los mugrones huincas
entierráronse amantes, e las aguas
cholas abrieron sus vertientes alumbrando, a sorbos
nombrándose a solas e diciéndose: aguas buenas, aguas
lindas, ay pero violadas somos aguas Rahue,
plorosas Pilmaiquén, floridas e parteras e aún felices
los arroyos que atraviesan como liebres
los montes e los cerros.

E torcazos el mesmo amor pronto ayuntáronse,
los Inallao manantiales
verdes, , las Huaiquipán bravías
mieles, los Llanquilef veloces
ojos, los Relequeo pechos
zorzales, las Huilitraro quillay
pelos tordos, los Paillamanque
raulíes nuevos.

Huilliche amor, anoche amaron más
a plena chola arboladura, a granado
cielo indio perpetuo amáronse, amontañados
como aguas potras e como anchimallén encendidos, al alaba
oloroso amáronse,
endulzándose el germen
lo mesmo que vasijas repletas de muday.



Cementerio de Colón/Spoon River

Damaris Calderón
(Cuba, 1967)

¿Con qué lengua
repleta
de mudez
vas a nombrar
(si nombras)
tu ciudad,
las ciudades?

Tres veces te negué,
Spoon River, Matanzas
de mi nacimiento.
Intenté elevarme sobre ti,
me avergoncé
aguas
del San Juan provinciano.
Tres
veces
(en tristeza de múltiplo).
Dura como la roca
contra los arrecifes.

A la sombra
de los jagüeyes
(no ceibas) Lorenzo
García Vega
vuelve
amarrado a otras bestias.
Spoon River/Jagüey
pequeño,
miserable,
irradia
cierta luz
por el manchón blancuzco
desleído .
Un hombre sólo
(un viejo)
alumbra más
que el tendido eléctrico,
es más oscuro
que una boca de lobo.
La fiera de Wittgenstein,
de Dios,
escribe
–ara-
el mismo surco
(bustrofedón dustrofedón)
de derecha a izquierda
de izquierda a derecha
siempre
en sentido contrario.
Lorenzo
García Vega
(el muerto
más grande del pueblo)
vuelve
(regresa)
–sin aspavientos-
en un carrito de supermercado
tirado por Gombrowicz
y la noche.

Y
Ando a tropezones
(como) un ciego
toco madera
(bulto):
mi casa.
Tres:
son los deseos
de las aguas
(albañales).
Tres:
el instrumento
musical
de la negación.
Raquel
(mi madre)
va por agua
sin piedra de fundamento.
Quemo
todo lo que no tengo
(guásima, palma,
pabellón
de oro).
Hay que coser (Kozer)
el paño del país
(lienzo de la Verónica),
remiendo.

Cuatro yardas de tierra
y los dedos
salientes
de los muertos,
Edgar Lee Masters.

En este pueblo
sin una historia sórdida
no me construiré una lápida
ni el epitafio
que patentice mi mortalidad.

No.
Ni un solo chiste para mi propia mueca.

Cuatro yardas de tierra
y esos dedos salientes
entre la hilaridad del césped,
Edgar Lee Masters.

Esos dedos salientes
(los cortamos)
demasiados pesados
para cargarlos
en un ataúd.
Bosta
que no llorarán
ni
los caballos de Aquiles.

Cal de los huesos
Cal de las paredes

intestinos,
esófagos apetecibles
redondos y pulidos
con una glacialidad
desconocida en el trópico.

Y cuando les abrimos
el pecho con una sierra
apareció la madera
con que el campesino construyó su casa.

Cal de los huesos
Cal de las paredes

Nos comimos el ave de la salutación.


Tus mínimas pisadas:
fruto y gusano.
Pájaro cuervo grajo
vuela negro en lo efímero.

manchón blanco
la música
paletada de
rojos sienas invaden
la música
ojos bocas narices
paletada de
oídos obstruidos
la música
sol corpópreo
esqueleto
que
brán
do
se
la música
manchón verde
sonido
floresta
paletada de
la música
en la herida la espiga
terrón
música
paletada.

Ser la brizna de hierba
que una mano se lleve
a la boca.



Reunión de violonchelos

Ernesto Lumbreras
(México, 1966)

Copular y llover me recuerdan la noche blanca de un sauce. No siempre fue así. Antes poseía un deseo de piedras fósiles cuando la eyaculación (ojos de hormiga) anunciaba para mí una flama de alcohol. Ahora el culo de Helena (una alusión más festiva del cielo) me turba con su fuelle: espiral de pe-tirrojo / grifo sin vocación. Ahora la penetro dormida con una lumbre de rosas. Ahora la penetro despierta con un aguacero. No siempre fue así. Copular y llover, en un tiempo lejano, no alumbraban recuerdos de una noche blanca en ningún sauce.
Un caballo bebe luz a la orilla del cielo. Toma la sed con cautela de sapo entre nenúfares. En sus ojos, el otoño trama un molino de agua. A todos les pediré no asustarlo con monturas y espuelas. Un caballo que bebe nubarrones sólo reclama nuestra mirada.
Un gusto de castores en su fuente aturde mi corazón. Pensé en belfos de diablo cuando sobre un campo amarillo, el cielo dejaba fluir una leve parvada. Mi emoción, una ausencia de sal en la noche, contuvo sus labores de riego.
¿Qué espuma beber entonces, como semilla de cópula, leal a las constelaciones de un sauce? Habrá una aurora de frutos amargos para saberlo.



Mandala

Luis Felipe Fabre
(México, 1974)

Piedras ensismismadas como piedras:

eso dicen los que dicen
haberlas visto. Y los que vieron
a Jesús caminar sobre el agua dicen que Jesús

caminó sobre el agua. Pero
qué certeras son las piedras al hundirse.





III
(Códice Ximohuayan)


Los muertos:
los señores de la garganta seca,
los artesanos del callar, los forjadores de silencios.

Pictoglifo de los forjadores de silencios:
una voluta desdibujándose en la pintura: palabra descarnada:
nada
queda o casi: diríase

pedacito de vasija, astilla de obsidiana, orejera entera pero impar.

Algunas palabras descarnadas: Tecayehuatzin, Cacamatzin,
Tlatecatzin, Ayocuan Cuetzpaltzin, Temilotzin,
Xicoténcatl el Viejo.

Veáse
León Portilla, Miguel,
Trece poetas del mundo azteca, UNAM, México, 1967.

Veáse
en el oleaje de la hierba lo invisible: el viento.



Canción ranchera

Le llaman el Anticharro: el Mariachi del Apocalipsis:
tiene pacto con el diablo, nexos con el narco
y un chayote medianito en vez de corazón:
ay, en vez de corazón

un chayote espinoso que palpita: desalmado
pero plañidero: el Anticharro

colma
de vacío las botellas: bebe
tanto que sus ojos destilan
lágrimas de tequila: orina sublimada: ¡salud!

Un maguey y luego otro maguey y luego nada: paisaje
desolado: tal es el Anticharro: un cuerpo en pena
aullando el fin de un mundo: un cuerpo y luego
una ausencia: estrella negra:
ay, estrella negra.

Ay: así se lamenta
el muy jijo de la Llorona: así se la mentan:
ayayayayay: el coro de los borrachos.



México, D.F., 14 de mayo de 2005.