Wednesday, April 29, 2009

Influenza en el DF

Hoy nos despertamos con la noticia de que sobre la ciudad que habitamos se cierne una epidemia. El anuncio se hizo desde anoche, poco antes de acabar el día, seguramente muchos no durmieron bien por la preocupación.

Por órdenes de las personas que gobiernan estos territorios se cerraron las escuelas y dicen que a lo mejor se pedirá que no vayamos a trabajar el lunes. Hoy es viernes.

Yo tenía previsto ir a una escuela primaria a leerles mis cuentos a los niños. Obviamente se canceló la visita y eso me causó pena: me gusta estar junto a los niños y ver sus caras cuando escuchan o leen un cuento.

Camino a la oficina pude constatar que mucha gente está asustada con la amenaza: las calles parecían de domingo por la mañana, casi parecían calles defeñas de semana santa.

Se percibía cierta atmósfera extraña en la gente que caminaba por las calle o iba en sus autos, parecían tener cara de susto (o será que el miedo empieza a crecer detrás de mis ojos). Pero vi o quise ver muchas señales: un joven con un cubrebocas azul; una señora que le gritaba, angustiada, al vendedor del periódico, en los papeles se leía con letras grandes la palabra “influenza”; un señor que se limpiaba la nariz con un pedazo de pañuelo y en ratos con las manos ¡con las manos! Vi que algunas personas miraban a otras con desconfianza; dos jovencitas enredadas del cuello hasta la nariz con bufandas rosas me mirarón como con reproche cuando me bajé del taxi. No supe porqué, debe ser el miedo, el mío o el de ellas. No sé.

En la oficina los compañeros tuvieron diferentes reacciones: hubo quienes llegaron y saludaron desde lejos a todos, sin el acostumbrado besito y abrazo; algunos ni siquiera ofrecieron su mano para saludar; otros hicieron caso omiso de las recomendaciones que llegan por los periódicos, la radio, la tele e internet, retaron a la suerte. Yo he tratado de evitar tocar las manijas de las puertas y, como recomiendan los de la radio y los periódicos, me lavo a cada rato las manos.

Esto es una de las consecuencias de vivir en una de las ciudades más pobladas del mundo. Por suerte, esta noche viajaré a Colima, mi estado de aire puro y luz transparente, de olas de vidas más tranquilas. A ver que le depara el destino a esta ciudad, a ver que me depara a mí esta ciudad que reencontraré el lunes.

Un abrazo virtual para todos. Esos sólo contagian esperanzas de vernos.