Thursday, April 21, 2011

Padrino, tu pueblo.

HOLA:

ESTA VEZ LES COMPARTO UN TEXTO (QUE ME LLEVÓ AL PASADO Y ACARICIÓ MI CORAZÓN) ESCRITO POR MI PRIMO Y AHIJADO, ISRAEL GARCÍA AVALOS.

Hace días te recordé en tu pueblo, fue la presencia de aquella mañana que supe que ya no te llamaría “Primo” ni “Enrique”, lo asimilaba mientras mi madre me ataba la corbata azul que llevaría puesta en la misa de mi primera comunión. Cómo olvidar esa mañana llena espectros de nerviosismo e inseguridad personal, la causa sola, del hecho de ver tanta gente reunida en misa era una sensación muy incómoda, como lo fue en otros casos de masas, fue la auto-guerra de mi infancia, timidez. Hoy las cosas han cambiado tan drásticamente que a esa timidez la transformé por algo mucho más social, tanto, que ahora hasta profesor soy. En fin, la misa terminó y me llevaste a la casa de la loma a desayunar, allá por donde vivía mi tía chela y mi tío Santiago, a quienes desde siempre tengo un cariño muy personal. Mientras nos dirigíamos a tu casa, recuerdo que te miraba y me parecías algo alto y muy delgado, ahora, ya no lo estás tanto, pero te recuerdo con el mismo cariño y respeto que en esos días, pero sobre todo, con la misma admiración de siempre, la misma que toda nuestra familia García “raíces” te tiene.

Me acuerdo también que mucho antes de que fueras mi padrino, nos visitabas y nos hacías preguntas, más bien charlabas, también nos ponías a mis hermanos ya mí, a explorar otros mundos dibujando. Y entre esos recuerdos está, la mañana en que Ulises mi hermano, te dijo que intentó dibujar un pollo, pero le salió una vaca, quiso dibujar un señor y le salió sin cabeza, así que optó por dibujarla junto a los codos porque se le acabo el espacio del papel, eso te causo mucha risa y a mis padres también, de hecho es uno de los gratos recuerdos que siempre tenemos de ti en nuestra convivencia.

Otra memoria que quiero contarte, más bien confesarte, es, que en una ocasión, corrí a esconderme de ti, cuando te vi venir a casa de la abuela Chuy, yo andaba todo “chamagoso” y sin camisa, muy probablemente estaba jugado con tierra, vestido en short y con botas vaqueras, rara combinación, lo sé, lo curioso del caso es que tengo fotos de turista en Manzanillo, que me atestiguan con esa antaña costumbre de vestirnos, imagínate, pero bueno. En esa ocasión temí que me vieras así, andando tú tan limpio. Probablemente, ese día venías directo de la normal de maestros de Ciudad Guzmán, no lo sé, no lo recuerdo bien, pero sí recuerdo bien que tu vestimenta era impecable y cargabas dos cosas; unos papeles que parecían documentos importantes y tu exitosa figura académica también, debes saber que con esto último, fuiste ejemplo a seguir de muchos de tus primos, pero pocos logramos destacar en algo meramente escolar y más de alguno terminó como la mayoría en nuestro peculiar Quesería, casados antes de los veinte años o con algún compromiso casi marital o divorcio, por cierto, solo quedamos el primo Eric y yo de “cotorritos, igualito que la tía Chana y otro primo a quien le escribo. Pero te decía, te vi y corrí al otro lado del arroyo, a casa de mis papás, para que no me vieras sucio y sudado, me lavé rápido cara y manos, me puse una camisa, y entonces sí, la curiosidad de escucharte me “jaló” a la casa de la abuela, donde lo primerito que vi, fue la cara de enredo de la tía Chana, que por más intento que hacía la pobrecita, no podía pronunciar el largo tituló profesional que acababas de conseguir en ese entonces, pero sí recuerdo que ese día te admiré más.

Tus logros no terminaron ahí, siguieron y siguieron hasta que los logros mismos te empujaron a la gran ciudad, al DF a trabajar, sin duda alguna, eso me ha sorprendido aun más, aunque viéndolo con detenimiento es la sorpresa misma de verte adaptado a tus nuevos entornos para poder sobrevivir. Antes, en tu pueblo, respirabas otros olores, otros aromas. Solías oler el polvo y la tierra mojada de las calles sin empedrar, el “humo de los cañeros” que invadía todo hogar, las cañas, los guamúchiles, los ricos frijoles fritos en manteca, el pozole de la abuela Chuy, las güilotas y los pescados del tío “mercé”. Eso ya cambió, ahora debes respirar el polvo del asfalto, del smoke de los automóviles, la fruta del supermercado, la comida rápida, las hamburguesas procesadas y no se diga la vida social, que también tiene olor y a veces apesta, no es lo mismo acá en tu pueblo padrino, acá en la “Tizneilandia de la Queseriopolis”, donde por cierto, haces mucha falta.

Acá falta gente y maestros como tú, alguien que por ejemplo, lea cuentos a los pequeñines, hace falta volver a despertar la parte humana de las personas. Los maestros debemos ser como antes cuando no se temía aconsejar al alumno, cuando se guiaba por el buen camino… cuando de verdad se formaban hombres y mujeres de bien. En esos tiempos los consejos no eran como dicen que son ahora, “anticuados”, antes nos enseñaban, por ejemplo, que el respeto a nuestros padres era sagrado y no existían los “derechos de los niños” eso sí, publicados entonces con la excelentísima intensión de proteger al niño maltratado, pero todos sabemos, que desgraciadamente, hoy en día, han sido manipulados por los adolescentes para ejercer rebeldía y desobediencia, pero decimos y creemos que todo está bien.

Padrino, como buen observador y analítico que eres, habrás notado que ¡no está bien!, que la vida y la calidad educativa no solo en mi pueblo, sino en muchos otros lugares, han decaído como nunca antes en nuestro país, han tomado giros hacía rumbos inalcanzables en muchos sentidos. El sustento, la inseguridad y la sumisión, son otra cosa; la vida es muy cara, nuestros vecinos son narcos o sicarios y la televisión nos dice qué debemos hacer y pensar, o mejor dicho, NO PENSAR. Padrino, todo el sistema de cosas ha logrado magnificar nuestra tolerancia hacia lo que no se debe permitir. En pocos años nuestro sistema político habrá colapsado y nadie dirá algo ó hará algo al respecto, porque la televisión, hija de los monopolios gobernantes, nos dice que todo está bien y peor aún, lo creemos y olvidamos, somos un país que olvida, un país que perdona toda atrocidad y más, pero en fin, al buen entendedor pocas palabras, sé que no debo decirte más para expresar mi visión real de vida y la preocupación de ver morir lenta e ignorantemente al país que quiero.

Padrino, se me ocurre que cuando vengas al pueblo te acuerdes de los niños y de las niñas, anhelo que pudieras tan solo una vez, en las escuelas, venir a contarles que también eres de su mismo pueblo y que sobresaliste, que ahora escribes y viajas, ellos te escucharan y te recordarán como yo te recuerdo, ayúdales a minimizar la fea realidad de nuestro país con uno de tus hermosos cuentos, si quieres, cuéntales el del abuelo Luis, el del teléfono, ó uno de sirena, arena y sal, ¡ah! y no te olvides del librito de poemas, ese librito color papel, que me autografiaste, “en algún lugar de este libro debe estar Israel”, no estaba yo padrino, pero encontré a mi difunto padre, en el poema “el manguito” y me conmocionó tan profundamente recordarlo ahí donde está él ahora… que sollocé, y por eso y otras cosas, creo que oírlos de ti será memorable y admirable para los niños, te lo agradecerán profundamente como yo. Te lo digo con la certeza de verme ahora mismo, escribiendo con este sentimiento de gratitud y total reconocimiento hacia tu persona y lo que has logrado. Te aseguro que sembraras algo bueno en más de un alma, y con uno que logre germinar lo que solo tú sabes sembrar, habrá valido mucho la pena. Gracias por todo…

…Y padrino, tu pueblo.