Saturday, September 11, 2004

BUSCANDO A NADIA CONTRERAS

En la publicidad de alguna revista me enteré de que el Fondo Editorial Tierra Adentro había publicado Lo que queda de mí, de la colimense Nadia Contreras. Acá, en este exilio voluntario que vivo en el D.F. me dio gusto saber de Colima y de sus letras, entonces, en la Feria Metropolitana del Libro que hacen cada año en esta ciudad pregunté por el libro. Me dijeron que como los espacios eran tan pequeños no habían traído ese ni otros textos. Me resigné entonces a reposar mis ansias.

Unas semanas después, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en el puesto del Conaculta sí encontré el poemario de Nadia, junto a él me esperaban también Los seno, los sones y otros huapanguitos de Rogelio Guedea.

A Nadia ya la conocía desde antes. Los primeros poemas que leí en algún suplemento de nuestra ciudad de Colima me dejaron desde el primer instante un buen sabor de versos. ¿Dije que ya la conocía? Mentira, porque la conocía en parte, nunca había visto su cara ni sabía de dónde era, ni qué hacía.

Fue lo que dejó de ella en su libro lo que me hizo acabar de conocerla, vi su cara y también me di cuenta de que Nadia y yo nacimos en el mismo pueblo –Quesería- y por poco (y sólo por cuestión en el orden de las cifras) casi en el mismo año: ella en 1976, yo en 1967.

Nadia no me conoce, pero yo, por su libro, ya me enteré que estudió en la Facultad de Letras y Comunicación y que hizo una “mestría” (así dice en la solapa) en ciencias sociales, que estuvo becada por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes y que ha publicado sus poemas en muchos suplementos y revistas locales y nacionales.

Nadia no sabe de mí, pero yo quiero decirle, cuando la vea, que me parece una de las poetas (o de los poetas) más prometedoras del estado de Colima, que sus textos son consistentes y maduros y que en la próxima entrega en este espacio, me encargaré de platicarles a ustedes de lo que encuentro en los poemas dolorosos y dulces de esa mujer quesereña de 28 años.

Posdata

No es la primera vez que encuentro a Rogelio Guedea acá en el DF: el otro día, en la librería del aeropuerto hallé la Mala Vida, una revista literaria que me gustó mucho y dentro de ella venía la Biografía, un poema de este amigo al que no veo desde la Normal Superior. Casualmente en este número 25 de la revista viene también un texto de esta mujer de la que estoy hablando ya hace rato. En otra ocasión también, me gustaría hablar de los poemas de Rogelio, con esta manía de maestro de español que quiere analizarlo todo para entenderlo mejor.

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