Saturday, September 11, 2004

JUAN JOSE ARREOLA: EL ARBOL DE PALABRAS

Fue en la sala principal del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, el sábado 28 de septiembre de 2002. Todos los lugares ocupados. Los invitados especiales estuvieron en las butacas de en medio, ni muy adelante ni muy atrás: alcancé a ver allí a Felipe Garrido y a Mónica Lavín, seguramente había algunos otros escritores, de los presentes sólo a ellos conozco de vista. También estaban, lo dijeron después, dos hermanos del homenajeado (Ana y Librado).

Pasaron al escenario, en fila india y en este orden: la Secretaria de Cultura del Gobierno de Jalisco que se llama Sofía González Luna, luego Claudia Berenice Arreola, enseguida Orso Arreola, después Sara Guadalupe Bermúdez, presidenta del CONACULTA y al final Saúl Juárez, director del INBA.

Las palabras del hijo

Primero habló Orso, de la emoción que le daba estar presente en el homenaje, de que en la intimidad el gran Juan José sufría por los demás y que por eso escribió “donde quiera que haya un duelo siempre estaré de parte del que cae”. De que siempre defendió la gran literatura. Luego trajo las voces de otros escritores latinoamericanos que definieron a su padre: dijo que Julio Cortázar lo llamó “Árbol de palabras”; que Borges lo cifró en la palabra Libertad y que Octavio Paz comentó: “La materia prima de Arreola es la vida misma pero inmovilizada o petrificada por la memoria”.

El hijo de Juan José se refirió a la Feria y dijo que “un compromiso social nace de esta novela”. Mencionó también a los autores favoritos de su padre. A nombre de Arreola Zúñiga, hizo una invitación a los presentes para que leyeran o releyeran los clásicos, esos que el maestro veneró. Luego, sin previo aviso, el hijo del escritor jalisciense, dijo que alzaba la voz a la mitad del foro y siguió parafraseando a Ramón López Velarde para terminar con una invitación para que “votemos a favor de la literatura y de las artes auténticas, verdaderas”, enseguida introdujo los nombres de los amigos del homenajeado.

Con la frase de “bienaventurados sean los poetas y escritores que nos han dado patria y palabra”, anunció que hablarían, después de él y de otros, Eduardo Lizalde, José Emilio Pacheco y Hugo Gutiérrez Vega. Finalmente agradeció a la Bermúdez y a todos los demás que hicieron posible el homenaje a Juan José Arreola Zúñiga, antes de que de cumplirse un año de su muerte.

El mensaje de las “autoridades”.

Usó el otro micrófono Saúl Juárez, el director de INBA, recordó que en diciembre del 2001 Arreola dejó de caminar por “estas calles, escenarios, foros y jardines”. Se refirió al aspecto físico del hombre homenajeado: de pelo ensortijado, elegante, el de la capa larga y oscura, que gustaba de tomar vino y jugar ajedrez. Dijo que no había una frontera clara entre la obra y la vida, tocadas ambas por la sensibilidad poética; se refirió al charlista inagotable y al que leía con vehemencia en voz alta.

Recordó las incursiones de Juan José Arreola en la televisión y las consideró afortunadas. Explicó que el homenaje trataba de reunir las diversas pasiones del maestro: la literatura, el teatro, el ajedrez, la televisión y la radio. Agradeció a “los escritores de distintas voces que participan en el homenaje”, también anunció a Lizalde, Pacheco y Gutiérrez. Terminó citando a Julio Cortázar, con palabras dirigidas a Arreola: “Usted es una hormiga león, si son las hormigas león son las que hacen un embudo en la arena para que sus víctimas resbalen al fondo: cuatro palabras y zas, adentro; pero vale la pena ser comido por usted”.

Luego la presidenta del CONACULTA, Sara Bermúdez, leyó las tarjetas de su discurso: nos recordó los 50 años del libro “Confabulario” como la primera aparición con que Arreola irrumpió en la escena cultural de nuestro país: como editor, animador de espacios culturales, formador de escritores, delicioso conversador, jugador de ping pong y de ajedrez, practicante de una veintena de oficios y como seductor.

Comentó la razón del nombre del homenaje, “Hacedor de lectores”, y citó al maestro con su frase “la lectura ha completado la experiencia de mi vida” y se refirió a la manera en que Arreola se esforzó incansablemente por contagiar el gusto por la lectura. Bermúdez anunció que el homenaje a Juan José tendría alcance nacional y que en diversas partes del país se desarrollaría actividades como: presentaciones de libros, programas de televisión, mesas redondas, torneos de ajedrez, conferencias, cátedras, lecturas y puestas en escenas. Felicitó también a los participantes en el homenaje, mandó un abrazo a la familia del homenajeado y terminó sus frases “amorosamente”: “amemos a la literatura y amemos a Juan José Arreola”.


Las voces de los escritores.

Hugo Gutiérrez Vega fue el primero que inició de los tres: dijo que hablaría de una pequeña ciudad de Jalisco, precisamente en este “monstruo centralista”, y definió el lugar en que todos estábamos como “uno de los lugares emblemáticos del centralismo cultural mexicano”. Luego dio lectura a dos cuartillas de un texto que traía preparado, haciendo una ingeniosísima y deliciosa glosa de la novela más conocida de Juan José Arreola, recordando algunos de los pasajes más significativos de la obra, nombrando a todos los personajes que en ella aparecen y pronunciando sin ambages “las palabrotas” (como él las llamó después) contenidas en el texto. También dijo que, a reserva de lo que opinaran sus compañeros de mesa (Pacheco y Lizalde), el estado de Jalisco ha dado cuatro grandes novelas: Los de Abajo de Mariano Azuela, Al Filo del Agua de Agustín Yañez, Pedro Páramo de Rulfo y La Feria de Arreola. Concluyó su lectura diciendo: “Gracias Juan José por hacernos merecedores de tus palabras”.

Los demás escritores no leyeron. Después de la intervención de Gutiérrez Vega se inició una charla entre los tres: sus palabras trajeron anécdotas, comentarios y pasajes de la vida del escritor de Ciudad Guzmán. José Emilio Pacheco hizo “dos observaciones” a la intervención de Hugo. Una fue agregar, a la lista de las cuatro novelas de Jalisco, la novela de Victoriano Salado Álvarez, autor de los Episodios Nacionales. La otra observación se refirió a la semejanza entre “el discurso de la Feria” y el discurso del cuento El Día del Temblor de Juan Rulfo. Eduardo Lizalde intervino para destacar las semejanzas y las diferencias entre las obras de estos dos autores. Luego narró como el maestro planeaba un lenguaje para cada texto, que si pretendía escribir un cuento de balística se ponía a trabajar textos históricos sobre la “balística romana”, o estudiaba lenguaje de tauromaquia o taurófilos para hacer un cuento sobre cornudos.

Hugo volvió a hablar para darle la razón a José Emilio respecto de Salado Álvarez, reconociéndolo como un gran novelista de Jalisco, antes de referir una anécdota sobre el escritor dijo: “Yo creo que en estos lugares hay que decir palabrotas para limpiarlo de la retórica de los políticos”. El aplauso espontáneo de los asistentes no lo dejó continuar, pero cuando lo hizo cumplió: citando un recado en verso atribuidos al novelista de Teocaltiche: “Papá: por pendejo y por metiche/ estoy preso en Teocaltiche”. Para continuar con la charla, Gutiérrez Vega pidió a José Emilio que relatara de qué manera se convirtió en amanuense de Arreola.

El autor del Principio del Placer refirió a otras anécdotas de su relación con Juan José y de paso mencionó brevemente la manera en que el maestro le dictó en una semana la mayor parte de los textos de Confabulario.

La charla de los escritores sedujo al público, nos sedujo: las anécdotas que narraban nos trajeron de nuevo a Juan José, a través de sus voces escuchamos otra vez al maestro: algunos de su frases más ingeniosas, sus versos favoritos; hubo quien lo recordó como actor, quien lo trajo como ajedrecista; se le mencionó como el promotor de escritores, como el “descubridor de oro”: el que hallaba joyas del lenguaje en los jóvenes escritores o en los autores consagrados y que no habían sido vistas por los demás.

Luego nos propusieron un diálogo, entre ellos, los que ya habían hablado deliciosamente del maestro Arreola, y nosotros, los que estuvimos escuchando durante casi dos horas. Sólo dos de nosotros pudieron usar el micrófono destinado al público: uno pidió que hablaran más de la faceta ajedrecista del Ausente; el otro preguntó que cómo podría seguirse la tradición de Juan José sobre el fomento de la lectura. Se escucharon las opiniones de los escritores, amigos de Juan José; pero luego, un recado, pasado de manera discreta a uno de los de la mesa en el escenario, cortó de tajo la conversación entre escritores y público. Nada pudimos a hacer: afuera comenzaba otro espectáculo: la lectura en voz alta, por parte de tres actores, en pleno mediodía, de textos del autor Juan José Arreola, el Árbol de Palabras.
Enrique Lepe García

1 comment:

Unknown said...

Gracias por la nota, es una sorpresa agradable, me resulta muy dificil encontrar cosas sobre Arreola en internet, soy argentino y descubri a este gran escritor hace muchos años en el secundario y por aca es dificil conseguir hasta sus libros.
Un abrazo desde el sur del mundo!