Saturday, September 11, 2004

LO QUE QUEDA DE NADIA

Lo primero que sorprende del libro[1] de Nadia Contreras es el título: es muy joven, cronológica y literariamente, para que nos dé esta carta de presentación. Lo que queda de mí suena a inventario final, a testamento, a un retrato de vestigios. Cierto es que el libro es un recuento de tristezas y nostalgias al final de tres relaciones: la de su madre de carne, la de su amor a él y la de su amor a Olga Lucía. Entonces aceptemos el título como un recuento de daños después de los desastres del amor. Un recuento que se hace para calcular las fuerzas que nos quedan y empezar de nuevo.

Este recuento de recuerdos de Nadia comienza evocando a sus dos madres, la de carne y la que “supo cuidarme hasta el cansancio”. Su poemario se abre, o despierta, con las voces que le llegan del pasado, esas voces que en los pueblos, o en los corrillos de chismes llegan antecedidos de la palabra “que”, “dicen que”, “dizque”. Quizás por ello algunos versos de estos poemas empiezan de esa manera, para indicar que las voces vienen de otros:

Me dicen
Que hubo alguien que me sacó de ahí
Que me puso en otros brazos.
(Poema 1)

En torno a ti, madre, hay una versión.
Que mujer de la calle fuiste…
(Poema 5)

Que ese hombre que es mi padre
Fue el único hombre que deseaste para mí
Y acarició con ternura tus 17 años
(Poema 6)


Los poema dedicados a esa mujer que le “falta como el sol” son la parte “más amarga” “la más oscura” “la más triste”, del libro: todos los poemas de esta parte tienen un verso con estas sensaciones:

(1)
Tú no te diste cuenta,
Pero luego
Las noches fueron
Más oscuras.


(2)
Y aquella era la ciudad de todas
La más amarga.

(3)
Y otra fui, mezquina,
En el barrio más alto de la amargura

(4)
Por la amargura que después te invadió
Hasta los huesos.

(5)
A ella, la más bendita entre todas.
La mujer que viene
A sentarse junto a mí
En la hora más amarga.

(7)
Más faltas tú
Como el sol
Y son tristes los días


La segunda parte del poemario, es “un intermedio para hablar del amor”, que en realidad es un cambio de tema en la misma charla con la madre. Sólo el primer poema es un saldo positivo en este recuento: “un camino de luz” “un caudal” en el que la que canta sí se dejó llevar. El segundo poema ya tiene la nostalgia de lo que no puede ser pleno: la distancia y la separación repetida en los versos:

El hombre del que nunca me hablaste
Es quien viene a mí sólo de vez
En cuando
Porque alguien llamó lejanía
A la distancia
Que hay entre dos puntos
............
Es a quien no puedo decirle que se quede
Porque no comprendería el afán
De estar a solas con él
………
Porque de su ciudad a mi ciudad
Los kilómetros se extienden como la palma de mi mano.
………..
Que ese, que es mi frente y mis manos,
Tengo, desde la lejanía que contemplar.

Nadia incluye dos poemas más sobre el hombre de “blanca piel”, de este que “me levanta /a la cima de la luz”, siempre contándole este amor fugaz a la madre. Nada más.

A pesar de que la tercera parte del poemario es también el canto a un amor que ya no es, se siente más vivo. Los poemas ya no tienen tantas “amarguras”, tristezas ni oscuridades, antes bien son versos de luz, “alegres como abril”.

Los poemas de esta parte del libro están hechos con Olga Lucía, con este par de palabras que hacen lucir los poemas: todos los versos están en hechos en torno a la musicalidad de estas dos palabras, casi todos los poemas lo contienen; en el título, al principio, en medio o al final de los versos, en algunas dedicatorias: 32 poemas y 30 veces ese nombre en el recuento final.

Olga Lucía “es la mujer”, es como “un edificio”, “sabe lo que es despertar con luna”, “su mirada es una puerta entreabierta al final del pasillo”, es “el árbol de la manzana” y “asombro de mariposas”. Sin duda que las mejores imágenes de este libro han nacido de lo que fue o es Olga Lucía; o de lo que es o fue Nadia a su lado; o de lo que son o fueron juntas.

El final del amor cantado en estos poemas es resignado, es un final al que le urge el olvido por el dolor que causa:

Cómo me gustaría borrar tu nombre
De mi cuerpo
Y en cada una de sus partes.
En su lugar escribir “Cae la lluvia,
Crece el árbol, pantalón azul”.
….
El poemario cierra con una frase misteriosa (que presentaré subrayada) ¿quién es el que viene?; con otra invocación a la lluvia para que borre todo y con el nombre más amado:

…Aquí la tarde comienza. Dentro de poco lloverá, lo sé por el color de las nubes. El ya viene en camino. Mientras tanto escribo para ti estas palabras, Olga Lucía…



Nadia Contreras tiene ya decididas las palabras para nombrar las cosas, al menos en este libro, la alegría y la felicidad se llaman abril, luz, mañanas o tardes luminosas; así como la tristeza y la nostalgia son la ausencia de sol, las sombras o las amarguras. La manera en que Nadia hace los superlativos es con la palabra “todas”; así para expresar una inmensa tristeza escribirá: “la ciudad de todas la más amarga y para una intensa alegría anotará: “Que es los abriles todos”.

Lo que no me explico es como, en poemas tan cuidados, la autora ha hecho un uso tan indiscriminado del hipérbaton que, en algunas ocasiones resulta desafortunado hasta hacer perder el ritmo de algunos de sus poemas:

Porque el ya no está
Desde que ha enterrar lo llevamos
Y esa fue la tarde más triste.

La que bajo ninguna circunstancia me deja
Porque su hija única soy.
-------

La mujer que a diferencia de ti
Hijos no tuvo
Pero su sangre, su raíz me dio

A excepción de este tropiezos que uno encuentra en los versos de Nadia, los poemas están bien logrados, se nota un gran trabajo detrás de ellos y, con las vivencias (autobiográficas o no) que se evocan en los textos logra despertar emociones que logran el deseo de hacer nuestro propio recuento y mirar lo que queda de uno.
[1] Nadia Contreras. Lo que queda de mí. CONACULTA, Fondo Editorial Tierra Adentro. Mèxico, 2003.

No comments: